En las distintas versiones del día del patrimonio -en esta ocasión, patrimonios en plural-, desde Londres 38, espacio de memorias, hemos transitado el concepto desde sus fisuras. Durante estos últimos años, han resultado evidentes las tensiones del paradigma patrimonial desde su origen conceptual hasta la dimensión política que lo cruza y que ha sido disfrazada de neutralidad técnica y experta, poniendo así una distancia inexpugnable a la construcción colectiva de nuestras memorias.
La Revuelta iniciada en octubre de 2019, emergió sobre la base de siglos de historia y de sentidos disonantes y latentes que se desbordaron en forma de conflictos, impunidad y desigualdades arrastradas desde antes de las imposiciones que fundaron un "nosotrxs a la fuerza" como país. Por un lado, todo el aparataje institucional homogeneizador imponiendo "lo chileno", "lo que debemos valorar" y "lo que "nos debe identificar"; y por otro, la diversidad y la riqueza de culturas, mestizajes y memorias en resistencia contra el olvido o la desaparición.
En la Revuelta, los símbolos, discursos y expresiones se enfrentaron de manera abrupta con las manifestaciones físicas de nuestra "monumentalidad oficial" de continuidad colonialista, nacionalista, militarizada, racista, patriarcal y clasista. Muchos de esos sentidos ya eran disonantes y evidentes para lxs que desde los fragmentos de las memorias militantes, y desde otras memorias subalternas, observamos el presente con el filtro continuo de la impunidad. Sobre el presente que habitamos, yace la muerte y el olvido de personas, culturas, memorias, luchas y resistencias. El costo de la colonización, el Estado nación y el desarrollo, ha sido el olvido, y con él, la impunidad.
Narrativas desde el arte, la ciencia, la historia y los monumentos en las ciudades, han sostenido -hasta hoy- la justificación de muerte y opresión de muchos por los proyectos impulsados por algunos. Desde la monumentalización se construyen las bases del sentido dominante por un lado y del olvido funcional subalterno por el otro.
Como respuesta, de manera orgánica, acompañando el proceso de subversión, los sentidos se han ido organizando y conformando de alguna forma ya no el sentido común, sino de "lo común" o "los comunes" que paradójicamente también es diverso, dinámico y nutre los procesos, resignificándose en un ciclo constante. De naturaleza diversa, espontánea y cambiante, estos procesos de resistencia y resignificación han puesto en crisis todo el andamiaje de nuestras memorias como comunidad y todo el proceso de patrimonialización, y particularmente, el de monumentalización
Observando la institucionalidad, la academia, las técnicas, las experticias, la teoría, surgen miles de tensiones y preguntas ante el escenario de transformación. ¿Es el concepto de patrimonio el que puede integrar los valores o los sentidos comunes al servicio de esta transformación?, ¿Cómo la conservación, la teoría, la piedra, en los espacios públicos, estáticos, unívocos, sacralizados y lejanos pueden acoger la naturaleza diversa, transformadora y en continua resignificación de los procesos en curso sobre "los sentidos comunes"?, ¿Qué mecanismos y procesos pueden asegurar la continuidad de la naturaleza dinámica y de constante construcción al servicio de una mejor sociedad integradora, descolonizadora y no impuesta?, ¿Qué es y será patrimonio o memorias en este contexto?, ¿Quién designará?, ¿Que ya no lo será?
Estamos además en un proceso de nueva Constitución, que básicamente institucionaliza y debiese acoger los acuerdos sobre los sentidos comunes de una nueva convivencia como comunidad. ¿Cómo esta estructura, de naturaleza rígida y de concepción de origen de administración del poder, puede integrar y acoger y no clausurar la naturaleza dinámica e integradora de estos procesos?, ¿Cómo se les da continuidad en otros espacios de la vida?
