Ante la noticia publicada hace una semana por el medio de comunicación Interferencia, relativa a la mentira creada por Tomás Barrera -inventó ser nieto de un detenido desaparecido-, desde Londres 38, espacio de memorias, rechazamos el engaño así como su utilización para hacer avanzar el negacionismo.
Junto con ello queremos manifestar nuestra crítica al enfoque periodístico del reportaje, a partir de afirmaciones que consideramos inapropiadas y que no tuvieron el correcto tratamiento editorial.
En la nota, titulada "La historia de Tomás Barrera, quien hizo carrera en el mundo de los DD.HH. inventando ser nieto de un detenido desaparecido", se da cuenta de la trayectoria del profesional -pasos por UNESCO, Centro Ana Frank, Museo de la Memoria, Fundación Víctor Jara, y otras entidades-, se detalla el momento de la creación de la mentira y los efectos que su descubrimiento ha provocado.
En este punto no se profundiza en el nivel de trabajo que Barrera tuvo en los espacios señalados; al contrario, sólo se enumera sin chequear ni precisar nivel de responsabilidad real, como el caso del Museo de la Memoria y Derechos Humanos, donde no tuvo responsabilidades sino un trabajo temporal de tiempo parcial.
En ese contexto, se afirma que "una de las preguntas habituales que se le realizan a quienes entran a trabajar a esos espacios es si tienen en su historial familiar alguna víctima de violaciones a los derechos humanos ocurridos por agentes del Estado durante la dictadura". También se señala que "no es una ley escrita, pero es sabido que esa condición favorece las postulaciones, pues esa condición de familiar de víctimas supone una sensibilidad especial". Ese "es sabido" no refiere a ninguna fuente.
En este punto, como sitio de memoria, no podemos quedarnos en silencio; pues desde nuestra experiencia no hay nada más alejado de la realidad; situación que también desmintió la Fundación Víctor Jara -cuyo equipo integraba Tomás Barrera- en su declaración, donde manifiestan que "nuestra Fundación no exige requisitos más que la experiencia laboral, competencias profesionales, y el compromiso ético con la verdad, la justicia, la memoria motor que nos moviliza como organizaciones de derechos humanos".
Creemos que bastaba con consultar a sitios de memorias, o diferentes espacios de trabajo en torno a los derechos humanos, sobre cuáles son las bases de postulación, cómo se elaboran las grillas de calificación, para comprender que NO existen favores especiales para familiares de víctimas de violaciones a los derechos humanos al momento de postular a un trabajo. Por lo tanto, declaramos que la nota periodística carece de rigurosidad y no se aproxima adecuadamente a la complejidad del problema de la impostura que Barrera representa.
Reiteramos que en Londres 38, espacio de memorias, no es, ni nunca ha sido, un requisito ni una condición privilegiada el hecho de ser familiar de un detenido desaparecido para optar a desarrollarse laboralmente.
Por otro lado, la lógica del privilegio del que gozarían los familiares de víctimas de violaciones a los derechos humanos, planteada por Interferencia, desvía la mirada de los verdaderos privilegios presentes en nuestra sociedad: privilegios de clase, de género, de raza. Junto con ello, ese enfoque contribuye al negacionismo y a los discursos de odio de quienes siempre han negado las violaciones a los DDHH -así lo hemos visto en nuestras propias plataformas digitales en esta última semana-, lo cual nos estigmatiza frente a la opinión pública e incluso entrega excusas para cuestionar la existencia de los sitios de memoria.
Por último, señalamos que un trabajo periodístico más riguroso daría cuenta de la realidad: tener un familiar asesinado, desaparecido, o sobreviviente de prisión política y torturas no es un privilegio. Para esas familias no hay privilegios por esa condición. Al contrario, muchos de ellos y ellas enfrentan trabas para desempeñarse en sus profesiones, han sido sufrido discriminación y estigmatización; y no cuentan con ningún privilegio económico.
El mundo de los derechos humanos es pequeño, y durante décadas ha tenido que resistir, lidiar con instituciones y con el rechazo de la derecha y de los nostálgicos de la dictadura.
La legítima denuncia de la suplantación protagonizada por Tomás Barrera no debería implicar la responsabilización de quienes confiaron, de buena fe, en él, y tampoco puede servir para denostar a las organizaciones de DDHH.