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Mes por la eliminación de la violencia contra la mujer: cuando quien te violenta es el propio Estado

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Publicado el 01 de diciembre de 2021

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Es usual asociar la violencia contra la mujer con golpes, pero hay violencias que no necesitan tocar el cuerpo, como la violencia mediática o psicológica. Existen muchas formas de ejercer la violencia y para contribuir a la visibilización de las mismas, en este artículo serán narrados tres ejemplos de ella, más preocupantes aún, porque provienen de quien debería resguardar nuestras vidas.

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Por Mayron Sills*

A dos años del ataque a Fabiola Campillai, en el mes internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y en un escenario electoral liderado por una persona que no reconoce a las mujeres y a diversidades como sujetos y sujetas de derecho, haremos un recorrido por diferentes historias. Tres mujeres, tres relatos y un mismo agente de la violencia: el Estado.

Del vientre a la morgue: cuando quien tiene que proteger vidas, la quita

"¿Te molesta el sonido del móvil de mi hija?" pregunta Javiera Calabrano al iniciar la entrevista por teléfono. Tiene 27 años y una voz aún de adolescente, vive en Huechuraba, es técnica en administración de empresas y se dedica al cuidado de su hija Trinidad desde hace tres meses, parida en una clínica privada, esta vez. Con el sonido de cuna y los balbuceos de fondo, Javiera cuenta que el primero de sus hijos nació en el Hospital San José, lugar donde conoció la violencia obstétrica.

"Es un dolor que llevo todos los días, hay días que no quiero nada", menciona. A veces sale con su pareja y ve niños pequeños, se quiebra: ¿De qué porte estaría mi hijo? ¿Estaría caminando? Los últimos días de mayo la emoción empezó a aumentar. Tras diez años de relación con su pareja se acercaba la llegada de Benjamín, el primer hijo, deseado y planificado por toda la familia.

Benjamín venía completamente sano. El 14 de mayo Javiera empezó con contracciones y fue al Hospital San José, la revisaron y el médico le dijo que estaba con contracciones "empezando el trabajo de parto" y la devolvió a su casa. En la madrugada sucedió lo mismo. En la tarde los dolores se hicieron más fuertes y al no poder aguantarse volvió, la ingresaron a preparto y dejaron sola sin celular adentro, su pareja no podía entrar por Covid. Había unas cinco mamás y unas seis matronas, más enfermeras y doctores de ronda. Javiera lloraba de dolor, seguía dilatando y nadie la atendía "aguantate no más, así es la cosa" y frases similares le contestaban.

Fue tanto su dolor que vomitó entre lágrimas mientras una de las matronas se reía, aguanta, le decían, aguanta. Una mujer que hacía el aseo le tomó la mano cariñosamente y le dijo "quédese tranquila hija porque si llora menos la pescan". Luego de un par de anestesias, diez de dilatación y unas cuantas horas, una matrona del nuevo turno le rompió la bolsa, pero como el bebé no bajaba la hicieron quedarse sentada. "Que el bebe baje solo" le dijo, y se fue.

Dos horas después nació Benjamín. Fue rápido y silencioso, lo pusieron sobre su pecho y no se movió, no respiró ni lloró, aún estaba "calientito". Se lo llevaron y a las horas su pareja entró llorando y le dijo "el Benja está grave", información que más tarde cambiaría ya que una enfermera le dijo que estaba muy bien "moviéndose, sanito".

Al día siguiente, Javiera fue trasladada al piso de maternidad junto a otras madres que estaban con sus bebés. En ese contexto de pandemia todo se comunicaba a través de un parlante "Unidad uno, fallecido, Unidad dos, herido de gravedad, Unidad tres, bebé grave...". Entre medio de mamás amamantando, llantos de neonatos y la dulzura de esas maternidades deseadas, apenas pudo dormir. Lo último que había sabido de Benjamín era que le dio un paro cardiorrespiratorio y lo conectaron a ventilador mecánico, luego de asfixiarse por la cantidad de horas que pasó en el vientre.

Sólo lo pudo ver cuando una matrona se conmovió y la llevó a verlo a escondidas. Estaba lleno de cables y maquinas, "tenía sus ojos tapaditos con un parche, totalmente irreconocible", lo indujeron en un tratamiento en el cual no podía recibir estímulo alguno. Javiera le tomó la mano por única vez con vida, tragándose las lágrimas. Y aunque el equipo médico sabía que Benjamín podría morir en cualquier momento, les negaron estar junto a él tanto a ella como a su pareja.

El recién nacido sufrió tres paros cardíacos y no sobrevivió al cuarto. El 21 de mayo, fecha que tenía anunciada para su nacimiento, Benjamín falleció ante un grito desgarrador de su padre y el desmayo de una madre destruida. Allí, la misma señora del aseo que le tomó la mano, les abrazó. La vida terminó allí pero la violencia no.

"Tienen 72 horas para retirar a su hijo" les cerró la puerta en la cara y dijo a ella y su suegra un hombre encargado de el zócalo, nombre con el que es conocida la morgue. Al día siguiente volvieron y el mismo hombre les entregó el cuerpo del niño con la condición de no hacer una demanda. Envuelto en una sábana del hospital, con sangre en su rostro, espalda y piernas, y cables y parches en su cuerpo, le entregaron a Benjamín, en una sala oscura, con las ampolletas prendiendo y apagando y un sillón sucio, con cajas apiladas por todas partes.

-¿De qué manera se transformó tu vida luego de este suceso?

-Yo caí en depresión, no le veía sentido a mi vida. Estaba muy negada con todo, no quería ir al psicólogo ¿De qué servía si nada me devolvería a mi hijo? En mi último trabajo tuve que renunciar porque me enteré que estaba embarazada y aunque me dio felicidad, volví a recordar todo lo que pase con el benja. Cambié mi forma de ver la vida, después de esto me di cuenta que cualquier problema no es nada. También me retraje, rara vez salgo. De repente lloro de la nada.

A poco de cumplirse dos años Javiera se dedica por completo a su hija y asiste a tratamiento psicológico. Trinidad nació en una clínica privada, y aunque en estas instituciones también incurren en actos de violencia obstétrica, la cifra es menor: "la atención fue completamente distinta, no puede que sólo porque hay dinero el trato sea diferente, ¿qué pasa con las mujeres que no tienen acceso a eso?" expresó.

Desde el Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO) la han apoyado desde lo psicológico y legal en todo su caso. Las mismas abogadas que llevan su caso les dijeron que era muy improbable que los responsables pisarán la cárcel pues su impunidad es histórica, a Javiera le robaron los mismos profesionales, documentos y ecografías. Recordó una conversación entre matronas donde una le expresó a la otra su preocupación porque atendió mal su parto. "Quedate tranquila, son cosas que pasan" le respondió la otra profesional.

A la espera de un certificado que certifique las responsabilidades penales de cada miembro del equipo médico que la atendió ese día y apoyando el proceso de la Ley Adriana, Javiera fue clara: "la violencia obstétrica marca para toda la vida". Asimismo, en cuanto al contexto electoral actual señaló que siente miedo ante un eventual triunfo de JK. "De todo corazón espero que ese caballero no gane, pienso en mí, pienso en mi hija, ¿qué nos esperaría en adelante?

La violencia ambiental y los cuerpos como zonas de sacrificio

Katta Alonso llegó hace unos 17 años a Las Ventanas, una de las ciudades más pobladas de la comuna de Puchuncaví. Quiso comenzar una nueva vida en ese hermoso lugar que solía visitar junto a su familia desde la infancia, las arenas blancas, las dunas, esa abundancia producida por la pesca, agricultura y turismo, lo hacían un lugar único. Sus amistades le acercaron el dato para trabajar en una escuela y no lo dudó dos veces: ese era el lugar. Era.

Algo venía cambiando desde hace unos años. Los recuerdos de pequeña no se parecían tanto al presente y algunas situaciones llamaron inmediatamente su atención. Uno de sus amigos asesoró a unos pescadores para cultivar algas y otros elementos del mar porque la pesca había bajado, pero nunca pudieron venderlos porque las autoridades sanitarias se los prohibieron: " metales pesados". Trabajando ya en la escuela, Katta se percató de la gran cantidad de niños y niñas que formaban parte del Programa de Integración Escolar (PIE), una estrategia del sistema educativo para acompañar a los y las estudiantes con dificultades de aprendizaje.

Uno de cada cuatro niños en Puchuncaví nacen con dificultades de aprendizaje y los trastornos neurológicos eran cada vez más comunes en las escuelas, al igual que las malformaciones congénitas, contó Alonso. ¿Había alguna relación entre esta situación y la contaminación de los mares? Katta quería averiguarlo, y Hernán, su amigo, también. En el camino se encontraron con otras personas que tenían la misma inquietud: ¿Qué estaba pasando entre Quintero y Puchuncaví?

Con ese ímpetu lograron movilizar a un grupo de investigadores de Estados Unidos, Rusia y Chile, y los resultados "fueron catastróficos": todos los mariscos del mar sobrepasaban las normas ambientales. Conformado el aún pequeño movimiento llamado "Comunidades por el derecho a la vida", siguieron en búsqueda de personas interesadas en investigarlo todo, ya no sólo el mar sino el aire, las aguas, las hortalizas. El arsénico, aluminio, cadmio y otros metales tóxicos ya eran parte del paisaje y vivían en las venas de todo habitante. También en los úteros.

"Entre las comunas de Puchuncaví y Quintero, hay más de una docena de empresas emitiendo contaminaciones de todo tipo", enfatizó Alonso. Y nadie esta excento de las consecuencias, "la última intoxicación masiva, a los niños y las mujeres, aparte del sangrado de nariz, los vómitos, mareos y desmayos normales dentro de la zona cuando hay peak de contaminación, se les durmieron las extremidades superiores e inferiores". La violencia contra las mujeres, por otra parte, inicia en el útero, "hay abortos espontáneos, los niños vienen con enfermedades respiratorias, bronquitis obstuctrivas, el cancer se lleva ya no sólo a adultos y adultas mayores, sino que también a gente de joven, que muere de cancer de mama y útero".

Mujeres de Zona de Sacrificio Quintero-Puchuncaví en Resistencia, nació hace siete años con el objetivo de visibilizar esta violencia cotidiana naturalizada durante décadas. Alrededor de 40 mujeres forman parte de esta organización y llevan adelante una lucha histórica con resiliencia. "Hemos logrado demandar al estado y empresas por daño ambiental no para recibir plata sino para demostrar el daño ambiental en la zona y poder restaurarla". Llegaron a la Corte Suprema de Justicia, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) , la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) 25 y 26, y la contienda continúa.

"El estado se colude con las empresas" para dejarlas hacer y deshacer. Aunque la propia Constitución Nacional, en su artículo 19, dicta que es deber del Estado velar por el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación y tutelar la preservación de la naturaleza, en Quintero y Puchuncaví se violan los DDHH básicos todos los días y agentes estatales de la Intendencia y otros espacios, son parte de esta violencia permanente y naturalizada. Rob Nixon, Profesor Doctorado en la Universidad de Columbia, conceptualiza este tipo de violencia como una "violencia lenta", menos visible y que es el producto de años de contaminación medioambiental y tiene efecto directo sobre las comunidades, sus formas de vida, la destrucción de su medioambiente y de los conocimientos y epistemologías propias del espacio habitado.

-¿Qué piensas del escenario electoral que estamos atravesando y de un eventual triunfo de JK?

-Muchas de nosotras hemos sido blanco de inteligencia artificial por defender el medio ambiente y por querer vivir sin contaminación. Quienes vivimos la dictadura sabemos perfectamente que significa que llegue J.K al gobierno, muchas de nosotras nos tendríamos que ir. Son talibanes".

Vivir para contarla

El estallido de octubre no dejó a nadie indiferente, ya sea para manifestar su apoyo o rechazo, muchas personas se acercaron a ser parte del gran movimiento social. Una de ellas fue Violette Gonzalez. Tenía 28 años y decidió sumarse al movimiento de una manera muy especial: repartiendo frutas, leches y asistiendo a adultos mayores que se acercaban a la marcha. Esa fue la tarea que asumió de manera autónoma desde el 18 de octubre en adelante. La noche del viernes 22 de noviembre continuó con su rutina, pero ese día su vida cambió para siempre.

Cuando se estaba devolviendo a su casa junto a un grupo de personas, a la altura del GAM y justo en la zona que está cerca del metro, un chorro de agua proveniente de un guanaco cayó por la zona y Violette se aferró a un fierro del metro pues tenía que volver pronto a su casa, sus perritas estaban solas en en un departamento. Pero no pudo. Un carabinero destruyó su nariz a golpes, la dejó inconsciente en el piso, arrastró al otro lado de la entrada al metro y cuando logró reaccionar, minutos después, vio cómo uniformados torturaban a golpes a otras personas.

Violette llegó con la nariz partida en dos a la ex Posta Central, la piel le colgaba y la sostenía con un parche.

-¿Cómo se transformó tu rutina después del ataque?

-Respiro por la boca, todo es un doble esfuerzo, a veces se me olvida que respiro por ahí, cierro la boca y me empiezo a ahogar y marear. Por las noches me cuesta dormir bien, no puedo usar nada en la nariz hasta seis meses después que me la reconstruyan, para lo cual no hay fecha porque soy fonasa. Estuve un mes con licencia médica en mi trabajo y cuando volví, los aires acondicionados me daban alergia, quedé muy sensible. Después de la licencia, quedé sin trabajo.

La joven, ya de 30 años, vive con fibriomialgia y problemas a la vista, usa una graduación de 5 y 7 en cada ojo y no puede usar lentes ni nada sobre la nariz. Intentó utilizar lentes de contacto pero le generó un daño en la retina. Así entonces hasta caminar le es complicado, le cuesta realizar las manualidades que vende, como pintura en loza y tela y bolsos personalizados, y la sensibilidad de su nariz es tal que no puede sacarse la mascarilla en lugares abiertos ya que "todo puede terminar en bronquitis". En un momento de la conversación se quiebra.

"Hasta el momento del ataque estaba empezando a lograr todo lo que necesitaba para vivir tranquila: tenía mi emprendimiento, estaba estudiando, tenía un espacio para poder vivir. Después del ataque no pude seguir estudiando, por una mala gestión de la universidad perdí mi beca, pude sacar mi título técnico pero no continuar porque la virtualidad me hacía forzar la vista y desde el ataque tengo dolores de cabeza permanentes" expresó emocionada.

Tiempo después del ataque inició una demanda junto al el INDH pero "ha sido super lento el proceso", acusó y explicó que la complicidad de ciertas instituciones impide avanzar en el proceso. Desde el plano de la salud está acompañada por un equipo del Movimiento Salud en Resistencia y afirmó enfática: "gracias a ellos pude arreglar mis dientes, que también quedaron destruidos".

Respecto del contexto electoral actual, Violette afirmó no sentirse convencida por ninguno de los candidatos que pasaron a segunda vuelta. Sin embargo, para ella "el escenario con JK es terrible", su programa por completo le parece peligroso como mujer, como lesbiana y como víctima de la violencia institucional.

A más de dos años del ataque, Gonzalez no puede respirar bien. Pero si no hubiera sido por el auxilio que le prestó un grupo de personas cuando estaba inconsciente, hoy no lo contaría.


Aunque con historias muy diferentes, los relatos de Javiera, Katta y Violette coinciden en un aspecto: son mujeres violentadas por un Estado que debió y debería protegerlas, a ellas y sus entornos. La eliminación de la violencia contra la mujer y las diversidades parte de su reconocimiento como sujetos de derecho y con la garantización de los mismos.

De cara a las próximas elecciones presidenciales, desde Londres 38, espacio de memorias exigimos el fin la violencia contra las mujeres y las diversidades, reinvindicamos el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación, a ejercer el derecho a la libertad de decidir y la seguridad en los partos, y a que el brazo armado del Estado cumpla con su rol que es proteger la integridad humana de todas las personas.

Por último, exigimos se esclarezca cuanto antes el crimen de Javiera Rojas, ambientalista que apareció atada de pies y manos en una casa abandonada de Calama.

¡Ayer, hoy y siempre: Toda la Verdad, Toda la Justicia, para todas y todes!


*Mayron Sills es estudiante de Periodismo de la Universidad de Avellaneda de Argentina y practicante del Área Comunicaciones y Prensa de Londres 38, espacio de memorias.

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