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Acto de inauguración memorial en calle Londres

Publicado el 16 de octubre de 2008

Palabras pronunciadas por Gloria Elgueta, en representación del Colectivo Londres 38

Autoridades presentes, amigos y amigas, compañeras y compañeros:


Hay unos versos del poeta mexicano Octavio Paz que bien podrían haber sido escritos pensando en el pasado de este lugar que hoy nos convoca. Dice así,


Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Donde
Oigo mis pasos,
Pasar en esta calle
Donde
Solo es real la niebla.


Muriel Dockendorff, detenida desaparecida que permaneció secuestrada en Londres 38, también escribió sobre la niebla en aquel terrible mes de octubre de 1974, cuando tenía 22 años. En carta a su amiga Sandra le decía:

"Me recuerdo cuando te conocí en la casa del terror (...). En esos momentos en que una luz era un sueño. O un milagro. Sin embargo, fuiste luz en esas tinieblas. Fuimos una en un revés. Hoy, miles de reveses más tarde te veo como entonces como sé que estarás hoy, en algún sitio, siempre mirando al frente. Nos encontraremos a través de la niebla que despejaremos. No me olvides"


Hay en esa promesa y en la solicitud que hiciera Muriel, un imperativo ético y político, que de alguna manera transmitió a quienes sobrevivimos, a quienes han dado testimonio, a todos quienes hemos luchado. Hoy, despejar la niebla significa, no sólo develar una historia oculta e incompleta, implica también hacer verdad y justicia plenas, convirtiendo esta demanda en un compromiso del conjunto de la sociedad.
Con frecuencia suele olvidarse que las diversas prácticas represivas organizadas bajo el sistema de Terrorismo de estado que sufrimos, afectaron a todo el país y no sólo a los grupos y personas que fueron víctimas de las formas de represión más extremas y brutales. Las detenciones y allanamientos masivos, las relegaciones, el exilio y el terror generalizado alcanzaron a sectores muy amplios, y de distinta manera a toda la sociedad.

Hay que recordar también, una y otra vez, que para implementar un sistema de ese tipo se requirió de múltiples voluntades, de recursos materiales y financieros, de personal y elementos técnicos. Fue necesario instalar ciertos procedimientos operativos, militares y administrativos que lo hicieran posible y que lo constituyeran como parte de la "normalidad".

Y así como hubo grupos e individuos que resistieron, otros celebraron, colaboraron, consintieron, o simplemente se adaptaron. El terror contó con algún grado de consenso social que puso en evidencia que nuestra sociedad probablemente era -y sigue siendo-- mucho más autoritaria de lo que frecuentemente estamos dispuestos a aceptar. Ello implica preguntarnos por el tema de la responsabilidad.

En este sentido, pensamos que las tareas relacionadas con el conocimiento y sanción social del sistema de terror que nos gobernó, no puede ser asumida sólo por las organizaciones de ex detenidos y familiares de las víctimas directas, sino que debe ser enfrentada como una tarea del conjunto de la sociedad, respecto de la cual el Estado chileno tiene una responsabilidad central.

Hay que subrayar la obligación que tienen los estados democráticos de promover, respetar y garantizar los derechos humanos, incluidos los derechos a la verdad, la justicia y a la reparación. Ello conlleva también el deber y la responsabilidad del Estado de garantizar lo que se ha denominado el "derecho de los ciudadanos a la memoria".

La política pública que lo haga posible no debe buscar instaurar una memoria, sino garantizar su ejercicio y la posibilidad de construirla, a través del debate político, social y cultural que deben poder efectuar los ciudadanos en el espacio público. Ello no tiene sólo una función individual respecto de las víctimas, sino que posee importantes dimensiones sociales, políticas e históricas que influyen decisivamente en nuestro presente.

En esta perspectiva, a quienes hemos impulsado estas iniciativas relacionadas con Londres 38, nos ha animado un doble objetivo: contribuir a la elaboración y transmisión de las memorias relacionadas con este lugar, y junto con ello, promover la democratización de la sociedad y el fortalecimiento de un Estado democrático de derecho.

Pero como la memoria es un trabajo, y recordar es un proceso cuya vitalidad reside en su carácter siempre inconcluso, creemos que no se puede sacralizar el pasado y a sus protagonistas, ésta es una forma de cierre que congela toda reflexión y conduce inevitablemente a la impotencia política, al igual que aquellas categorías morales que reducen todo a una oposición entre héroes y traidores, o el reduccionismo que encierra a las personas en su sola condición de víctimas, olvidando que fueron sujetos activos, actores sociales y políticos dotados de voluntad y proyectos.

Nuestra preocupación es también entonces una preocupación por el presente. Por eso, este gesto conmemorativo quiere abrir, estimular la memoria para preguntar incesantemente por qué, cómo y qué circunstancias hicieron posible que eso que condenamos pasara y, sobre todo, qué debemos hacer, no sólo en un futuro lejano sino hoy.

El "Nunca más" no es un tema del futuro, sino una tarea actual. Sin embargo, no está garantizada por el solo conocimiento del horror. Es necesario promover un juicio racional y político sobre lo que pasó y sobre su relación con este tiempo, en el cual seguimos conviviendo con la impunidad. Hay una demanda de verdad y justicia insatisfecha y mientras no exista una respuesta plena a esa exigencia, el pasado seguirá siendo parte de nuestra actualidad.

Pero el "Nunca más" no debe ser entendido sólo como una prevención respecto de las expresiones más extremas del terrorismo de Estado que conocimos en el pasado, junto con ello es un imperativo denunciar y alertar sobre aquellas prácticas del Estado que hoy lesionan, o limitan, los derechos fundamentales de las personas y sus posibilidades de expresión, manifestación y organización. Hemos dicho e insistiremos en ello: la actividad de hacer memoria que no se inscriba en un proyecto presente equivale a no recordar nada.

En la actualidad, los avances en los discursos y la introducción de reformas a la legislación en distintos ámbitos, no siempre van acompañados de cambios efectivos en las prácticas. Diversos sectores están siendo afectados por el Estado en sus derechos. Entre ellos el derecho a la justicia, limitado gravemente por la vigencia de la Ley de amnistía y por los criterios aplicados en fallos recientes de los tribunales que han reducido al extremo las penalidades, incluso en casos de delitos considerados crímenes contra la humanidad.

Por otra parte, el derecho al debido proceso se ve frecuentemente vulnerado, por la persistencia de la jurisdicción militar sobre la población civil, otra de las herencias de la dictadura a la que se debería poner fin. Junto con ello hay que recordar la ratificación aún pendiente, por parte de Chile, de instrumentos internacionales de gran importancia, como son el Tribunal Penal Internacional y la Convención contra la desaparición forzada.

De igual forma, los derechos a la libre expresión, reunión y manifestación en el espacio público se ven permanentemente afectados por una represión policial desmedida, como ha sucedido en el caso de los trabajadores, o de los movimientos estudiantiles, tanto secundarios como universitarios, que en los últimos años se han movilizado en defensa del derecho a la educación.
En el ámbito de los derechos sociales y económicos, se mantiene una legislación ampliamente restrictiva del derecho a huelga, cuestión que afecta toda demanda de los trabajadores por remuneraciones justas y mejores condiciones de trabajo. Asimismo, persiste un deficiente modelo de reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas, prácticas de violencia y hostigamiento en contra de sus comunidades.
Frente a estos problemas y demandas pendientes no podemos ser indiferentes. Cuando estas realidades se naturalizan y nos acostumbramos a convivir con ellas, todos sufrimos una nueva y cotidiana derrota.
Entonces, las preguntas que nos planteamos respecto a qué hacer con este espacio, con el sito histórico que constituye Londres 38, se vinculan estrechamente con el presente. Pensamos que toda intervención y uso futuro que se haga de este lugar debe estar orientado a convertirlo en un espacio de memoria. Pero, ¿qué recordar?, ¿para qué?, ¿cómo hacer memoria?, ¿cómo transmitir y representar lo que significó el Terrorismo de estado? ¿cómo transmitir las experiencias de resistencia? ¿cómo involucrar a otros sectores de la sociedad que hasta ahora se han mantenido ajenos a estas preocupaciones?

Estas preguntas han estado presentes en las consultas y discusiones que hemos realizado. Distintas personas y grupos coinciden al describir lo que imaginan en Londres 38. Éste debería ser un lugar de acceso público, abierto a toda la sociedad. Un espacio donde sea posible conocer y comprender la vida, las experiencias y pensamiento de los protagonistas de esta historia y no sólo la represión de la que fueron víctimas. En este mismo sentido, el lugar debería ser también un espacio de reflexión y debate, de encuentro y creación cultural.

De alguna manera esto ya está sucediendo: Londres 38 ya es un espacio de memoria, escenario y motivo de actividades y manifestaciones sociales, políticas y culturales. Su historia y su actualidad son temas de interés para investigadores y creadores; y quienes fueron parte de esta historia y sobrevivieron, trabajan en la transmisión de sus memorias. Éstas, no están referidas sólo a la experiencia del terror sino también a las vivencias y a las prácticas previas a la dictadura. Al tejido social y político del que formaban parte, a los lazos que los unían. Hace años, el filósofo chileno Patricio Marchant describió aquellos lazos de manera conmovedora:

"Para quienes vivimos (ese período) a través de la música de la palabra compañero, (ésta) constituyó la única experiencia ética y política de nuestra vida, esa nuestra absoluta superioridad moral --ese ser distinto, de otra especie- sobre quienes nada supieron de la palabra compañero. Mérito, evidentemente, no de nosotros, no de nuestra individualidad o de nuestro "ser persona". Mérito de esa palabra, de esa música compañero, música-palabra que no fue inventada por alguien. Música, palabra que dice cuáles eran las fuerzas de ese proceso histórico y nos señalaba -sólo eso-la posibilidad de un co-responder a ese proceso (...). Ese sueño, un corto tiempo de realidad: Chile un país digno de respeto".(1)

La obra que inauguramos hoy es también una forma de contribuir a recordar y relatar parte de esa historia anterior al terror. Ella tiene un doble significado. En primer lugar, histórico y conmemorativo, ya que al proponernos su realización quisimos recordar la memoria asociada a este recinto, tantas veces, y por tan largo tiempo ocultada. Junto con ello, quisimos dar cuenta de la identidad política y generacional de las víctimas. Recordar que, en su inmensa mayoría, eran militantes del MIR, jóvenes que fueron parte activa de las luchas sociales y políticas de la época. Hombres y mujeres que optaron por resistir a la dictadura, parte de aquellos que desde un principio, lucharon por recuperar la democracia. Es por esta razón que hoy no pueden estar ausentes de su construcción: una sociedad que se precia de democrática no puede serlo, si olvida a aquellos que lucharon por ella, porque ese olvido, no pesa sólo para los secuestrados y desaparecidos, para los omitidos, sino para la sociedad misma que olvida un trozo de su propia vida.

Concebimos esta intervención en la calle Londres como una marca en medio de la ciudad de Santiago. Un camino para desandar el olvido, para remontar la desmemoria, para descubrir bajo las sucesivas borraduras, las huellas de los crímenes cometidos pero, sobre todo, el recuerdo de las luchas y de esos vínculos que unieron a sus protagonistas en una trama social y política hoy inexistente que, no obstante, busca su recomposición.

El memorial es una intervención, a lo largo de la calle Londres, mediante pequeñas placas de mármol blanco y granito negro, que repiten el efecto de las baldosas que los detenidos veían, por debajo de la venda que les cubría los ojos, al ingresar a este centro de detención. De la misma manera, ahora, al fijar la vista en el suelo, los habitantes de la ciudad de Santiago repetirán el recorrido y el gesto al que los prisioneros fueron forzados. En la vereda, sobre placas de fierro, se han inscrito los nombres, la edad y la militancia de las 96 personas que fueron asesinadas, murieron a consecuencia de las torturas o desaparecieron desde esta casa por la acción de agentes del Estado chileno.

Las placas fueron dispuestas en orden cronológico según la fecha de detención de los prisioneros y prisioneras. En una segunda etapa, el proyecto contempla también la instalación, en la fachada del inmueble, del número 38 sobre el 40. De esta forma, la restitución de la numeración original se hará sobre la huella del intento de ocultamiento.

En todo esto hay un esfuerzo dirigido a hacer memorables, a través de formas públicas y duraderas, los hechos y las personas que recordamos. Sin embargo, sabemos muy bien que no hay nada más invisible que un monumento cuando pasa a ser parte del paisaje urbano y se olvida. Ningún monumento garantiza la pervivencia del recuerdo, por el contrario, muchas veces lleva implícita alguna forma de cierre o clausura, puesto que lleva a pensar que con su presencia ya se ha saldado el tema. En realidad, "la mejor memoria es una conciencia alerta, (porque) el recuerdo puede grabarse en el cemento, pero solo vive en los corazones y en la mente de quienes habitan la ciudad".(2)

Como un nuevo comienzo y expresión de esa memoria inconclusa y abierta a las exigencias de nuestro tiempo, inauguramos esta intervención en la calle Londres. Un espacio y una memoria que se construye para imaginar un futuro compartido, desde la recuperación del tiempo pasado, cuyos protagonistas son las primeras figuras a recordar.

Para terminar, citando a Primo Levi, quisiéramos que a través de este gesto, "un resto de las palabras de los que ya no pueden hablar, encuentre un espacio, un ámbito de audición, una representación, en el propio presente".

(1) Patricio Marchant; Pablo Oyarzún et alt. Editores, Escritura y temblor; Editorial Cuarto propio, Santiago, 2000; pag. 304.

(2) Estela Schindel, Varios autores, Memoria en construcción, un debate sobre la ESMA, La Marca Editora, Buenos Aires; pag. 202

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